EN LA FILA DE LOS POBRES

Pocas chances. Poco tiempo. Poco Dinero. Mucha inventiva. Los directores del cine clase B se enfrentaban a un desafío: filmar una película en corto plazo y con el mínimo dinero disponible. Por tales características (y muchas más), el cine B hoy en día es objeto de culto y respeto de los cinéfilos en el mundo entero. Quizás uno de los elementos mas importantes y llamativos de este corpus fílmico sea la diversidad creativa con la que un sinfín de historias eran llevadas a cabo. Puesto que, al tener un presupuesto limitado, el Realizador debía arreglárselas para poder trasladar de la manera mas efectiva el guión a la pantalla. Pero teniendo sólo esta limitación como la más importante, el Realizador de clase b contaba con una absoluta libertad creativa, alejada de estudios, productores autoritarios, o caprichos de las grandes estrellas. Recomiendo presenciar la rica y poco difundida filmografía (¡los lugares comunes de la historia del cine!) de Edgar G. Ulmer, director austriaco radicado en EEUU y considerado por muchos el Rey De Los Films B, o al menos uno de los mas importantes. Films como “The Black Cat” (1934), “Detour” (1945), “The Strange Woman” (1946), o “The Man From Planet X” (1951) nos demuestran como con tan pocos recursos pueden realizarse obras maestras.

LIMITACIÓN LIBERADORA

El independiente crea a partir de las limitaciones. Forzado a producir en condiciones a veces infrahumanas, los involucrados en las producciones independientes poseen un tesoro preciado por muchos: dignidad. Enfrentados a la industria del cine (justamente, nunca mejor nombrada), la cual mecaniza y estructura la creación artística, crean y ganan su propio lugar a fuerza de mucho sacrifico, perseverancia y paciencia.
Muchas veces las limitaciones operan como disparadoras de talento. Difícil es crear a partir de ellas. Encontrar la mejor manera posible de expresar las ideas y de transmitirlas sin por ello caer en obviedades o resultados ordinarios, es el principal desafío al que se enfrenta el realizador a quien el dinero le ha cerrado las puertas del paraíso fílmico. Y a nuestro alcance están los mejores ejemplos: El Desvío (Detour, 1945, Edgar G. Ulmer), Otelo (Othello, 1949/52, Orson Welles), La Noche De Los Muertos Vivos (Night Of The Living Dead, 1968, George Romero), Asalto Al Precinto 13 (Assault On Precint 13, 1976, John Carpenter) son sólo algunos títulos en donde las limitaciones presupuestarias no fueron un impedimento sino que fomentaron el talento de sus realizadores.
Por todo esto y mucho más es importante conocer y resaltar la figura de Orson Welles como una de las más grandes que el cine nos ha brindado (la mejor para muchos). Toda persona que quiera aprender y conocer el cine en profundidad debe interiorizarse en la obra de Welles.
Evitar pues el lugar común (el cine está lleno de lugares comunes) de ver solamente El Ciudadano (Citizen Kane, 1941), considerado por muchos como el mejor film de todos los tiempos, e interiorizarse en toda su filmografía. El caso de Welles es quizá único: con El Ciudadano, su ópera prima, tuvo absoluta libertad en su realización y montaje final dentro de un estudio de Hollywood. Pero luego, nunca más volvió a tener tales privilegios. En consecuencia, cada vez le fue más difícil realizar un film, a tal punto de aceptar trabajos como actor en películas de muy mala calidad o no filmar por años. Lo admirable es que a pesar de todos los problemas a los que se enfrentó, Orson Welles mantuvo certero su personal punto de vista y altura expresiva a lo largo de toda su obra. Conozcamos pues otros filmes no tan conocidos como El Ciudadano pero igualmente imprescindibles para agudizar la mirada: El Extraño (The Stranger, 1946) La Dama De Shangai (Lady From Shangai, 1947), Otelo (Othello, 1949/52), Sed De Mal (Touch Of Evil, 1958), El Proceso (The Trial, 1962).

A CONTRACORRIENTE

El precio a pagar es alto. Sacrificarlo todo o ser parte del excremento mundano. Al marginal le han asignado un triste lugar en este mundo. Por más fuertes que sean los intentos para ser aceptado, todo es en vano. Nace marcado por la triste estrella de la desdicha, y en consecuencia, su vida se desarrolla bajo un sin fin de obstáculos que en ocasiones terminan por avasallarlo.
Con estas características es imposible no pensar en la influencia del Film Noir como imposición de una clara visión del mundo que nos rodea: algunos se enfrentan a miles de obstáculos y su fin es tan trágico como la vida que les ha tocado en suerte, como en Altas Sierras (High Sierra, 1941, Raoul Walsh) o Tráiganme la Cabeza de Alfredo García (Bring Me The Head Of Alfredo García, 1974, Sam Peckinpah).
Pero a veces no todo es tan oscuro. Algunos aprenden a vivir a su modo y se abren camino gracias a sus fuerzas físicas y mentales, como en El Emperador Del Norte (The Emperor Of The North, 1973, Robert Aldrich) o La Fuga (The Getaway, 1972, Sam Peckinpah).

También el realizador puede convertirse en un marginal, alguien que a contracorriente sobrevive en un medio que intenta robarle su personalidad en pos de un producto meramente comercial. Y allí están los nombres de Orson Welles, John Cassavetes y Sam Peckinpah entre tantos otros.
Héroes para algunos, antihéroes para otros, es indudable que el marginal ejerce una poderosa atracción sobre nosotros, por el sólo hecho de animarse a vivir a su manera, como pocos, o como casi nadie.