EL PARAÍSO PERDIDO

Quizás uno de los más regocijantes placeres que posee el gusto por el cine sea la de disfrutar, descubrir y redescubrir los Films Clásicos. Ya sean films indiscutibles, o los no tan reconocidos pero igual de imprescindibles. Triste lugar sufren muchas veces los filmes clásicos en la vida cotidiana. Confinados en los Dvd clubes a un lugar solitario o ignorado por la mayoría, parecen asustar a quien se les acerque, como si por el sólo hecho de tocar un film clásico la persona se convierte automáticamente en una vieja estatua. Ocupan horarios irrisorios en los canales de cine convencionales o simplemente son presa de catedráticos aburridos en las carreras audiovisuales, despojándolos de todo elemento lúdico. He aquí las dos razones principales que complotan en contra de la popularidad de los clásicos. Por un lado, esa idea instaurada en la sociedad de rescatar lo nuevo y desechar lo antiguo por creerlo ingenuo, envejecido narrativa e ideológicamente (la frase “esa película era buena para la época” es utilizada a menudo), y por el otro, el lugar común que se le ha asignado en las carreras audiovisuales, como serio objeto de estudio (en muchos casos los estudiantes terminan rechazando grandes films fatigados por las reiteradas exigencias de los profesores). Reivindicar el gozo absoluto por los films clásicos es una dura tarea a la cual me enfrento todos los días. Comprender que no hay films viejos o nuevos, sino buenos o malos. Y que también se puede aprender disfrutando de un universo vasto, fundacional y determinante para las formas contemporáneas.
En mi caso, ver un clásico es descubrir siempre algo diferente y original que contrasta con lo actual. Incluso muchas veces me he encontrado con argumentos y recursos hoy en día considerados “adelantados y vanguardistas” a causa de ser utilizados nuevamente en films recientes. Pero también me invade un profundo sentimiento de melancolía: es acudir a la contemplación de un paraíso perdido, de algo que alguna vez tuvimos y se nos fue de las manos en un abrir y cerrar de ojos.
Tratemos pues de rescatar ese paraíso…