Voces distantes. Tormento interior. Deseo. Adrenalina. Sangre. Dolor. Placer…
La construcción del asesino serial como personaje, en cuanto a su diseño físico y psicológico, ha sido siempre una constante obsesión en el cine desde tiempos lejanos. Barriendo con los prejuicios aún más viejos que el cine mismo, la representación del asesino en pantalla nos acerca a un mundo prohibido, a un lugar oscuro y misterioso, viciado por la vergüenza y el fracaso de nosotros como seres civilizados. Escarbar en las zonas mas profundas puede llegar a ser peligroso. ¿Qué fuerzas incontrolables esperan pacientemente ser despertadas en cualquier humano? ¿Es humano quien se comporta de esa manera? ¿Responde a su naturaleza?...
Muchas preguntas persisten en nuestra mente sin encontrar respuesta alguna. Quizá esta indagación nos moviliza a tal punto de asistir a la simple contemplación como espectador de hechos aberrantes que tratan de encontrar alguna explicación, o alguna justificación para semejante comportamiento. Quizá solo queremos disfrutar de un buen espectáculo y tenemos la imperiosa necesidad de sentirnos seguros, dentro de un mundo repleto de comodidades y sin sobresaltos desagradables.
Pero posiblemente la única respuesta es la que no nos animamos a reconocer: el asesino serial siente un deseo incontrolable por matar, de la misma manera que otros desean una mujer, un auto, una mascota o una vestimenta. Y ese deseo nos golpea cruelmente en el rostro recordándonos de que todos, absolutamente todos somos humanos, demasiado humanos.
La construcción del asesino serial como personaje, en cuanto a su diseño físico y psicológico, ha sido siempre una constante obsesión en el cine desde tiempos lejanos. Barriendo con los prejuicios aún más viejos que el cine mismo, la representación del asesino en pantalla nos acerca a un mundo prohibido, a un lugar oscuro y misterioso, viciado por la vergüenza y el fracaso de nosotros como seres civilizados. Escarbar en las zonas mas profundas puede llegar a ser peligroso. ¿Qué fuerzas incontrolables esperan pacientemente ser despertadas en cualquier humano? ¿Es humano quien se comporta de esa manera? ¿Responde a su naturaleza?...
Muchas preguntas persisten en nuestra mente sin encontrar respuesta alguna. Quizá esta indagación nos moviliza a tal punto de asistir a la simple contemplación como espectador de hechos aberrantes que tratan de encontrar alguna explicación, o alguna justificación para semejante comportamiento. Quizá solo queremos disfrutar de un buen espectáculo y tenemos la imperiosa necesidad de sentirnos seguros, dentro de un mundo repleto de comodidades y sin sobresaltos desagradables.
Pero posiblemente la única respuesta es la que no nos animamos a reconocer: el asesino serial siente un deseo incontrolable por matar, de la misma manera que otros desean una mujer, un auto, una mascota o una vestimenta. Y ese deseo nos golpea cruelmente en el rostro recordándonos de que todos, absolutamente todos somos humanos, demasiado humanos.